Un día cualquiera 2

500 km de distancia con Valencia, decidí emprender mi nuevo camino. Aún recuerdo las sensaciones que me invadían, eran flashes de ideas que venían y se iban. Esta vez, no sabia cuanto tiempo iba a durar nuevamente mi felicidad, 1 mes quizás y con algo de suerte algo más.

Llegué a un sitio lleno de casas y apartamentos, rodeado por unas montañas y como era de esperar, ya que es un símbolo que me caracteriza, llovía. Cada cambio que he realizado en mi vida, ha estado marcado por lluvia. Sí, cosa rara, nunca llegaré a entender.

Recuerdo que era mediodía, pero al alzar la vista hacia las montañas vi como se acercaban una nubes grises, paisaje desolador pensé dentro de mi, bien fuera por ese camino marcado de lluvia o bien por esas montañas que rodeaban el valle, sabía que todo iba a salir bien o al menos tenía esa esperanza.

Sonreí, creo que fue de las pocas veces que mi cara ha dibujado una sonrisa verdadera, me despedí de mis seres queridos y empecé a instalarme.

Había alquilado un estudio, mejor vamos a llamarlo así, era un pequeño espacio de unos 30 quizás 40 m. Realmente si soy sincera era una casa que habían dividido en tres partes. Cada parte era una vivienda independiente. Debido a mi posición económica no me podía permitir algo muy costoso, además que no sabia cuanto tiempo iba a estar hospedada.

Nada más entrar al habitáculo, encontrábamos un salón comedor con un sofá, una pequeña mesa de madera y una tele vieja que no funcionaba. A mano izquierda, estaba la cocina si se le podía llamar así. En mi vida he visto cocinas tan pequeñas, me hacia tanta gracia, por nunca hubiese imaginado que uno de mis primeros apartamentos sería así.

Lo importante, la habitación, había un par de armarios que podía cumplir su función y una cama, que aquello si era una cama, la verdad que ahí empezó a cambiar mi suerte. Dentro de la habitación, estaba el baño, una mini pila, y una pequeña bañera. Ahora que recuerdo bien, nunca llegué a darme un baño como tal.

Dejé las maletas en la habitación, y recuerdo que lo que primero hice fue descalzarme, zapatos y calcetines fuera. Joder, el suelo literalmente estaba congelado, tardé algo más de 3 días en acostumbrarme a ese suelo tan frio y a mis queridas inquilinas » las arañas». Al menos no estoy tan sola, pensé. Es lo que tienen las casas de montaña a las que no les da el sol. Son frias, no llega la cobertura y además mascotas gratis. Todo positivo.

Empecé a trabajar en un hospital muy pequeño, apenas tenia 1 planta hospitalaria, un par de quirófanos y un par de paritarios. Recuerdo aquel hospital, porque realmente no parecía un complejo hospitalario. La fachada era completamente de piedra con unas cristaleras que permitían entrar la luz o al menos la poca luz de los días grises.

Mi primer día de trabajo, tampoco fue muy especial, una enfermera que nuca había trabajado en un hospital, sitio nuevo y sola. De repente el miedo de los nuevos comienzos se empezó a apoderar de mi, empecé mi primer día con cara de susto, angustia e incertidumbre por no saber que iba a encontrar, pero si algo he de reconocer fue que terminé ese mismo día igual de perdida que al inicio pero con una gran sonrisa de satisfacción y una gran tranquilidad y paz que me aportaban las montañas.

Pasó el tiempo y lo que yo pensé que serían 15 días de contrato, se alargaban unos días más. Empecé a salir con compañeros del hospital, cenas, comidas, copas…. Se que al inicio hablaba de unos caminos que empiezan a juntarse pero no acaban de tocar y esta vez tampoco se van a cruzar, aún falta tiempo, aún saldrán más personas.

Un día como cualquier otro, 7:30 h de la mañana, hora de fichar para entrar a trabajar. Me dirijo hacia la máquina de café como cada mañana y en ese justo momento escucho detrás de mi un » Buenos días», algo en mi interior estalló. Al darme la vuelta te vi, no eras mucho más alto que yo, estarías por el 1.60m aproximadamente, rubio , ojos marrones, con barbita de 2/3 días, y que bien te quedaba. Creo recordar que te llamabas Pau, tu hijo del director y yo la enfermera nueva. Poco a poco nos fuimos conociendo, lo que empezó como una cena, paso a ser una comida después del turno y poco a poco me enamoré. Como es lógico, tu estudiabas en Barcelona y tenías que volver y yo me tenía que quedar. Siempre he sido muy enamoradiza, pero para mi aquellos días se vivieron tan intensos, que los dos sabíamos que estaba destinado al fracaso, tú lo sabías y yo, no lo quise ver. Siempre he sido de hacerle más caso al corazón que a mi cabeza y esta vez mi cabeza volvía a tener razón, aún así me estrellé, me estrellé como el que conduce un Ferrari y se estampa contra una pared.

Recuerdo tu despedida, los dos sentados en aquel sofá rojo de mi casa con 2 copas de vino, una charla intensa y un adiós para siempre. Los días seguían pasando, había escuchado de una app llamada Tinder, en fin, estaba en un sitio sola, solo conocía a gente de mi trabajo, así que ¿Qué podía perder? ….

Con la aplicación en mi móvil, recién instalada, he de reconocer que no tenia mucha esperanza en ella, pero quería probar. Al abrir la aplicación, te daban unos sencillos pasos, deslizar a la derecha si te gusta una persona, a la izquierda si no , y si le das a la derecha a alguien esperar que haya » match». No pasó relativamente mucho tiempo, hasta dar match con un francés de origen árabe. Quizás por mi condición, porque era algo nuevo para mi o por mi circunstancias en ese momento no tenía planeado conocerlo cara a cara. Conforme iban pasando los días, manteníamos una conversación, algo pobre, pero poco a poco más fluida. Hablo de una conversación pobre porque realmente él no entendía el español, hablaba francés, por el contrario yo no entendía el francés e intentaba defenderme con un inglés oxidado y obsoleto. Varias ideas me rondaron la cabeza, sobretodo el porque me había metido en aquella situación, divertida y aterradora a la vez.

Al final y después de varias semanas hablando con el francés, de nombre Yasser, decidimos conocernos en persona. No vivía muy lejos, de echo, de donde yo vivía a la frontera de Francia habían unos escasos 15 min en coche y a su pueblo unos aproximadamente 25 min. Aún así, decidió venirse él, lógicamente mi zona y hablando económicamente era más barata. Si nos ponemos a hacer cálculos, la misma cena en mi zona podía costar unos 12/ 15 e por cabeza y allí perfectamente los precios podían oscilar en torno a unos 25 e.

Llegado el día, me dispongo a arreglarme ya que habíamos quedado para cenar, y mientras me ponía un vestido de cuerpo negro con una falda a rallas blancas y negras, me seguían viniendo flashes a la mente. ¿Y si no era como esperaba?, ¿Que me podía encontrar?, ¿Me podía pasar algo malo?. Instintivamente, escribí a una compañera de trabajo para avisarla de la situación. Algunos pensarán que quizás era por su condición de árabe, pero no era así. Siempre o casi siempre he tenido la manía de si voy a quedar con alguien que no conozco apenas avisar al menos a algún amigo para que sepa de la situación y más hoy en día, que aunque parezca mentira, en pleno S. XXI aún nos asusta poder ir solas por la calle, aún tenemos ese temor que en cualquier momento puede surgir alguna cosa mala.

Llegada la hora, él acude a mi casa y nos vamos a cenar. Todo surgía según lo previsto, bueno, realmente mejor de lo previsto. Amable, atento, cariñoso en su cierta medida. Me dispuse a tener un detalle con él y pagar la cena, ya que él había venido desde la frontera, pero no me dejó hacerlo alegando que aunque fuera francés, por su condición, no podía permitir que yo pagara. Algo extraño, quizás fuera porque quería tener un detalle conmigo.

Era un árabe europeo que es como yo les llamo, quizás no sea una terminología del todo correcta. Tenía su trabajo, aunque si es verdad que trabajaba muy duro, y en cuanto a sus costumbres, no rezaba, algo de alcohol si recuerdo que bebía porque para cenar pedimos 2 cervezas pero sobretodo no comía cerdo, ¿típico no?. Todo iba transcurriendo sobre la marcha, iba a Bagnères de Luchon, él venia a verme a Las Bordas, estuvimos así aproximadamente 1 mes.

Lo que más me llamó la atención, de ese chico, aparte que era muy agradable, no muy alto, con el pelo rapadito algo malote, piel tirando más a oscura y unos ojos marrones intensos. Lo que más me llamó la atención, no era su belleza, que si, tenía ese algo que te atraía, pero sobretodo un día, sentados comiendo unos crepes, me dijo textualmente » Las españolas tenéis una cosa que no suelen tener las mujeres francesas, ellas son más frias, no sonríen y si lo hacen apenas se les nota. La diferencia es que vosotras sois más cálidas, más cercanas y no os importa reír delante de quién sea»

¿Con que tipo de mujeres se había topado?, ¿como podía llegar a hacer esa afirmación?, ¿A tantas mujeres Francesas había conocido?

De repente mi móvil volvía a sonar, otro match, esta vez un gallego. ¿Anda, que cojones haría un gallego por estas tierras?, no salía muy lejos de mi a unos 60 km aproximadamente. Me presenté, y como siempre he sido muy curiosa, le pregunté que hacia por allí ….

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